Contar con un sector pesquero sostenible es fundamental para poder mantener su actividad al mismo tiempo que disfrutamos de los beneficios que aporta. Y, para lograrlo, es crucial establecer sinergias. La colaboración entre la flota pesquera y la comunidad científica es clave, de la misma forma que resulta indispensable que la ciencia esté alineada con las instituciones pertinentes.
Programas de mejora para la pesca sostenible del atún, como el Código de Buenas Prácticas de OPAGAC y ANABAC, son un buen ejemplo de esta labor de cooperación, favoreciendo el desarrollo y aplicación de operativas de pesca más selectivas.
Con motivo del Día Internacional del Atún, hablamos sobre todo ello con Josu Santiago, coordinador del Área de Gestión Sostenible de Túnidos en AZTI.
¿Qué papel juegan las capturas no deseadas en la sostenibilidad de la pesca y, más concretamente, en el sector atunero? ¿Qué se está haciendo para reducir estas tasas?
Todas las pesquerías generan algún tipo de captura asociada no deseada (o bycatch en inglés). La pesquería de atún tropical de cerqueros congeladores, a pesar de tener una baja tasa de pesca asociada por tonelada de atún (1-3% según un informe del ISSF 2023), tiene su parte de impacto sobre algunas especies de megafauna como tiburones y mobulidos, ambos de la familia de los elasmobranquios.
Para reducir el nivel de capturas no deseadas, el trabajo conjunto entre el personal científico y la plantilla de los barcos es muy importante y han dado muchos frutos, como el Código de Buenas Prácticas.
Con el fin de que el código sea lo más accesible posible y para capacitar a la flota en la reducción del impacto de la pesca no deseada, acabamos de publicar una guía de buenas prácticas de manejo y liberación que pretende actualizar las mejores opciones hoy para maximizar la supervivencia de las especies asociadas capturadas accidentalmente, siempre teniendo en cuenta la seguridad de la tripulación como condición necesaria.
Muchas de las nuevas herramientas de liberación mostradas son, precisamente, fruto de la colaboración de pescadores con científicos y se irá renovando en el futuro a medida que nuevas soluciones se desarrollen para evitar la captura o facilitar una liberación más efectiva de estas especies asociadas.
AZTI publicó las conclusiones de un estudio que refleja que en 2050 los atunes serán un 15% más pequeños y que su stock se habrá reducido un 36% debido a la presión pesquera y el calentamiento global, ¿cuáles son exactamente esas consecuencias?
Primero indicar que en este tipo de estudios se trabaja con modelos climáticos que, como tales, reflejan adecuadamente tendencias pero cuyos resultados, en términos cuantitativos, hay que tomar con más cautela. Ése es el primer mensaje, aclarar que hablamos de tendencias generales que indican los modelos, pero otra cosa son los valores precisos cuantitativos. Y una segunda cuestión es que, en este caso, el impacto del cambio climático tal y como lo reflejan los modelos es diferente dependiendo de sobre qué especie y océano hablemos. La intención no es trasladar una alarma, sino dar a conocer lo que reflejan los modelos en cuanto a tendencias.
¿Somos conscientes de esta realidad? ¿Se están poniendo ya medidas para intentar que no se cumplan esos pronósticos?
Se están haciendo muchas cosas. En primer lugar, los recursos de atunes en el mundo están regulados a través de unos organismos, las organizaciones regionales de pesca, que son clave en la regulación de la actividad pesquera a nivel mundial. Son cinco: una más pequeña que está centrada en una única especie, el atún rojo del sur, cuyo acrónimo es CCSBT ; y hay otras cuatro que son importantes y cuyas decisiones afectan a las flotas radicadas en Bermeo. Se trata de ICCAT, que es la del Atlántico; IOTC, la del Índico; y hay dos comisiones en el Pacífico, una es la CIAT y otra es la WCETC. Estas organizaciones tienen un consejo científico que a través de diferentes comités ‘utilizan’ la ciencia para asesorar a los gestores. Pues bien, en estas comisiones se están adoptando medidas de gestión de la pesca de atún a nivel mundial y cada vez más alineadas a lo que es el consejo científico de gestión. Se están haciendo cosas, y dónde se están haciendo es fundamentalmente en estas comisiones y organizaciones regionales de pesca atuneras.
¿Es decir, vamos por el buen camino?
Sí, vamos por el buen camino. Porque un mensaje también importante es que en este momento, de todo el atún que se pesca en el mundo, el 87% de esas capturas provienen de stocks de poblaciones que están saludables. Es decir, que en este momento, entre un 10 y un 15% requiere de medidas para, de alguna manera, recuperar esas poblaciones al estado óptimo. No hay que perder de vista que el 87% de esas capturas mundiales de atún se hacen sobre recursos saludables, por lo que el objetivo de esas comisiones es trabajar para no quedarnos en ese 87% sino llegar a que el 100% de las actuaciones sean saludables, no solo las poblaciones atún, sino también el medio ambiente y los ecosistemas en los que vive el atún.
¿Qué papel está jugando la flota vasca en este camino hacia la pesca sostenible?
La vasca es una flota que, de alguna manera, ha sido pionera a la hora de impulsar y de acomodarse a sellos de sostenibilidad. La flota de bajura vasca fue la primera a nivel de estado en conseguir el sello MSC para el atún, en este caso para el atún blanco del Atlántico Norte. Luego le ha seguido la flota atunero congeladora, que es una flota potente ya que es responsable de alrededor del 10% de las capturas mundiales de atún, mayoritariamente de barcos radicados en Bermeo, por lo que su protagonismo en la actividad pesquera mundial es francamente relevante. Y en cuanto a lo que está haciendo esta flota, ellos son los mayores interesados en que se garantice la sostenibilidad. Es su futuro, lo tienen claro, y hay múltiples iniciativas que van encaminadas en esa dirección. Por ejemplo, su colaboración con la ciencia (tanto con nosotros como con otros organismos científicos internacionales) es muy estrecha. Han sido pioneros a la hora de suministrar datos muy relevantes como, por ejemplo, información sobre las ecosondas que utilizan en su pesca, de las capturas… es decir, información básica que a los científicos nos permite hacer evaluaciones cuantitativas para diagnosticar el estado de los recursos. Y por otro lado, esta flota ha sido pionera en acordar un código de buenas prácticas y de obligado cumplimiento para incorporar en su actividad, para todas las empresas y para todos los buques. ¿Con qué intención? Esta flota utiliza mucho lo que se denominan FADs, que son dispositivos de agregación de pescado. Este código estableció y sigue estableciendo cuáles son las referencias para el uso de estos dispositivos, por ejemplo, que no tienen que ser enmallantes para evitar capturas no deseadas, o por ejemplo, están trabajando también en incorporar materiales biodegradables para reducir por el impacto en términos de contaminaciones del océano, en impactos en hábitats sensibles… Además, junto con nosotros, están apoyando e incorporando medidas e instrumentos para disminuir la mortalidad a la hora de liberar especies sensibles, como por ejemplo, tortugas, tiburones o mantarrayas. Ahí se está haciendo también un trabajo extraordinario incorporando dispositivos que están reduciendo sensiblemente los efectos no deseados que tiene cualquier actividad pesquera.
¿Cuáles son los principales proyectos o iniciativas en los que está trabajando AZTI en este ámbito?
Uno de los grandes proyectos es el de identificar e incorporar buenas prácticas en la actividad pesquera para mitigar y reducir al máximo los efectos no deseados. En ese sentido de mitigar impactos hay también diversos proyectos. Por ejemplo, una de las especies que aparece con mayor frecuencia como captura accesoria es el denominado tiburón sedoso, y estamos haciendo trabajos de marcado. ¿Para qué? Implantamos dos tipos de marcas: una que informa sobre la supervivencia, es decir, le ponemos una marca electrónica que tiene que ser liberada al cabo de 60 o 90 días, según como se programe. Si es liberada antes es porque el animal ha muerto, pero si la marca emite sigue emitiendo después de 60 días quiere decir que se ha soltado, que es como estaba programada. Eso nos permite evaluar la supervivencia que añaden estas buenas prácticas. También marcamos especies con otras marcas electrónicas que recogen de forma constante información como la temperatura o la presión sobre la profundidad, y que tiene sensores de luz que unido al tiempo, pueden informar sobre las posiciones y así somos capaces de rastrear toda la trayectoria del animal. Eso nos permite construir lo que se llama modelos de hábitat y entender mejor el comportamiento y la biología de estos animales.
Otro proyecto también ligado a las buenas prácticas es la incorporación de lo que denominamos Hopper, que es básicamente una tolva situada en las inmediaciones de la escotilla de descarga de los buques, sobre la que se vierte el pescado, permitiendo liberar de una manera más óptima las capturas no deseadas y disminuir su mortalidad. Es un proyecto con un importante impacto ya que se está incorporando en bastantes unidades. Y tenemos otros proyectos de la mano de la industria para evaluar el impacto de los FADs en el ecosistema, en concreto en lo que serían zonas sensibles como puede ser zonas de coral, etc. Así como tras múltiples iniciativas.